viernes, 21 de noviembre de 2014

JUGANDO EN LAS ESCALERAS

   Al Copy le gustaba ir a las agencias y hacer las jugadas en persona. No quería mandar a nadie con los mandados ni que le levanten juego por teléfono. Los intermediarios le parecían un estorbo y las nuevas tecnologías no terminaban de seducirlo. A menudo, se encerraba durante horas, en silencio, analizando los comportamientos de las distintas loterías aunque sin descuidar los quehaceres de su gran amor: el circo hípico.
 
Jugaba para ganar y jugaba para jugar. El Copy sentía que él mismo se jugaba en cada apuesta que hacía. La misma sensación lo albergó en los tiempos de casino y póker. En aquellos campeonatos clandestinos de truco, disputados en cuevas de humo y cocaína. En la sombría tiniebla donde más de una vez jaló el gatillo de la ruleta rusa, sintiendo el caño frío contra su propia sien. Y ahora sentía que se repetía la secuencia en cámara lenta. Que la bala que tantas veces no salió del revólver esta vez volvía para encontrarlo definitivamente.

   -No todo es un negocio, Copy, no te olvides- dijo Roque, luego de un prolongado rato de silencio entre ambos.

    -Nada es negocio- redondeó su amigo, sintiéndose un peón más en el tablero cuadriculado-, nada es probable. Lo único que se puede hacer es esperar, pensar y redoblar. O encontrar la compañía de un ángel, porque yo ya estoy muerto.
 

sábado, 15 de noviembre de 2014

ESCALERAS

 Era uno de esos atardeceres en los que el jugador experimenta la genuina sensación que lo moviliza a intentar la hazaña, privilegiando utopías y quimeras por sobre cualquier atisbo de falso realismo que lo detenga. Era un atardecer de posibilidades imposibles. De tomar riesgos.


   Si el deseo de alterar el orden de las cosas era una sensación irrefrenable. Si las caras de la moneda eran dos, entonces eso era suficiente espíritu motor. Suficiente atractivo para moverse y actuar. Era un sacudón.  Una campana de largada hacia aquello que esperaba allí nomás. Eso que tanto se anhelaba, aunque se pareciera al destino imposible.


viernes, 14 de noviembre de 2014

OTRA ESCALERA

   Finalmente ese era su estilo. Argelia era capaz de detonar algunas de sus propias sutilezas, con la intención de dar un mensaje claro. Un mensaje claro en la confusión, brillando sobre la nada confusa. Así era capaz de transcurrir una buena cantidad de días consecutivos, sin ofrecer el más mínimo signo de acercamiento. O podía tener rachas de constancia y aproximaciones excesivas, muchas veces desmedidas, y tan irregulares como inevitables. Cuando se empecinaba en demostrar que estaba cerca, podía notarse a simple vista. Cuando se alejaba impiadosamente, hacía tambalear todo el cosmos.

jueves, 13 de noviembre de 2014

UNA ESCALERA

   A cincuenta metros de la puerta volvieron a cruzarse. Ella sonrió y ambos fingieron naturalidad en la situación. Comenzaron a caminar juntos y conversaron sobre algunas tonterías casuales sin la menor importancia para nadie. Durante un espacio de silencio que ninguno de los dos interrumpía, Roque se animó a silbar unos acordes inventados y desafinados. Tampoco dejaron que sus muñecas se choquen como solía ocurrir.

   Dos cuadras antes de lo habitual, ella le dijo que tenía que doblar: “No quiero desviar tu camino”, y estiró el brazo para saludarlo. Roque esbozó media sonrisa y no dijo nada.