
La Garganta es un producto comunicacional excelente, hijo del laburo de La Poderosa, cooperativa villera que nació hace siete años, expandiéndose por distintos rincones del país y Latinoamérica. Y lo hizo como “una fuerza social, combativa de la lógica perversa de las orgas noventosas, que despliegan sobre ficticios escenarios territoriales su magnífico caudal publicitario y financiero, estímulos materiales otorgados por aliados estratégicos, a cambio de no mirar más allá”, tal como lo explican desde la conmovedora y combativa editorial del mes de mayo.
Desde este humilde espacio, se saluda y reconoce, con muchísimo respeto, tamaña tarea y semejante calidad de trabajo. Una revista que, página tras página y nota tras nota, tira a la cancha toda la fuerza del poder popular. Incomodando las miradas que miran hacia otro lado, o miran sin ver. Combatiendo los estigmas y la invisibilidad. Reclamando justicia por los vecinos de lugares a los que nunca entran las ambulancias. Por los desaparecidos en dictadura, en democracia, en los grandes medios, y por los militantes asesinados en luchas sociales. Sumando una nueva voz. Crítica, potente, inclusiva, necesaria. Felicitaciones y salud a todas y todos los que la llevan adelante.
A continuación, se transcribe uno de los impecables artículos de la quinta edición, titulado “(Todas las voces tobas) Todas las manos tobas”, y que, como el resto de los títulos de cada página, se ubica debajo del cuerpo de la nota, haciendo brotar, desde abajo, la fuerza del contenido. Combativo, artístico, colectivo y popular.
Las letras de Paola Vallejos dicen así:
Mientras los villeros soportamos la demonización mediática, que nos vende como “okupas”, los qom resisten la verdadera usurpación. Desde Derqui, cosechamos la experiencia de sus huertas y los saberes de sus artesanos, con mil puños cerrados y manitos de abundancia. Porque la Pachamama, algún día, como el primero, será para el pueblo que la trabaja.
Dejamos atrás la ciudad, sus monstruosos edificios, sus calles grises, el bullicio de los alterados y el humo de los autos, para adentrarnos a Derqui, partido de Pilar, donde se encuentra la comunidad qom, compuesta por 42 familias. Desde la cultura villera hasta la cultura toba, viajamos para escuchar a los artesanos y agricultores que más saben de nuestra Madre Tierra. Bajo su ala, Bernardo Díaz, secretario de la comunidad, resiste todavía: “Siempre luchamos respetando las culturas y la naturaleza, pero aún no reconocen nuestros derechos. Y eso que la adaptación no fue fácil, porque nosotros conocimos la contaminación en Buenos Aires. No sabíamos de gripe, ni de tuberculosis, y hasta tuvimos que aprender cómo recurrir al médico, porque en el Chaco vivíamos libremente, sanos, con remedios naturales, como yuyos, raíces, cáscaras de árboles o grasa de Iguana”.
Hoy, la sangre toba sigue derramándose por las venas abiertas, así como sus tierras se conservan, o se destruyen, en manos de los apropiadores. Pero su lucha, sin embargo, no se desangra: “Queremos ser integrados y tener un funcionario toba que nos represente y conozca nuestras necesidades. Por eso, a nuestros chicos les pedimos que estudien, ya que en sus manos está el destino de la comunidad”.
No sólo barreras culturales debieron sortear los tobas en Derqui, puesto que las diferencias del suelo y el clima, en relación al Chaco, les impidieron tomar a la agricultura como sustento principal. Pero aun así, regaron de huertas su comunidad, sin relegar la pelea por sus tierras. Y por sobrevivir: “Donde sea que haya indígenas, hay problemas con la tierra, los nombres, la educación y la salud. De hecho, por más que sembremos y tengamos un comedor comunitario, si no se venden las artesanías, nuestros niños se mueren de hambre”.
Así como el gobierno porteño desoye a nuestras villas, los qom sienten en carne viva la indiferencia histórica. Entonces, entre propuestas de sangre y olvido, salen a gritar: “Nuestros ancestros han luchado durante siglos, por nuestros derechos, pero mientras los políticos no escuchen nuestra voz, no escucharán nuestra cultura. Y de eso se trata el respeto a los pueblos originarios".
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