jueves, 13 de noviembre de 2014

UNA ESCALERA

   A cincuenta metros de la puerta volvieron a cruzarse. Ella sonrió y ambos fingieron naturalidad en la situación. Comenzaron a caminar juntos y conversaron sobre algunas tonterías casuales sin la menor importancia para nadie. Durante un espacio de silencio que ninguno de los dos interrumpía, Roque se animó a silbar unos acordes inventados y desafinados. Tampoco dejaron que sus muñecas se choquen como solía ocurrir.

   Dos cuadras antes de lo habitual, ella le dijo que tenía que doblar: “No quiero desviar tu camino”, y estiró el brazo para saludarlo. Roque esbozó media sonrisa y no dijo nada.

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Hicieron camino al andar