sábado, 22 de enero de 2011

UNA DECADA ATRAS

Chacho Álvarez abandonaba su cargo de vice en el ejecutivo nacional, en medio de una crisis institucional viciada de coimas en el Senado. Se vivía en un clima de altísimos índices de extrema pobreza, desempleo y marginalidad. Palito lloraba en Susana, y el presidente Antonio debilitaba su imagen rumbo al helicóptero, y a una multitudinaria expresión del pueblo en la Plaza, explotando contra todo el arco político, que dejaría un saldo de varios muertos tras la represión policial. El Boca de Bianchi (y de Macri) comenzaba su transitar por América y Américo Gallego se arrepentía de sus palabras más palabras menos. Lanata era Gardel y se “animaba” a plantarse con Charly, aún a riesgo de quedar como un gil, pero esa es otra historia.

En ese contexto cursábamos Análisis de la Información. Leímos y analizamos Ezeiza, de Verbitsky, y Don Alfredo, de Bonasso. También pudimos entender algo más de lo que había sido Malvinas, el 17 de Octubre y el Cordobazo. Empezábamos a confirmar así nuestras adolescentes sospechas. Esas que buscaban las historias escondidas tras las historias oficiales.

En alguna clase se nos mostró un mapa mediático, donde podían vislumbrarse algunas redes monopólicas (tal como estaban por entonces). En algunas otras (aunque por arriba) se hacía referencia a la oscuridad que representaba Papel Prensa desde la época de la dictadura, y a la confusa matriz de su gestación. Comparábamos Clarín y Página, en cualquier caso.

También recuerdo una clase en la que teníamos que escribir hablando bien de alguien que nos cayera mal (había que elegir el personaje en cuestión). Yo hablé de Babi Echecopar, aunque medio en joda (pero igual me arrepentí). Algunos otros pibes hablaron bien de Menem, de Yabrán, de Videla… Sólo dos o tres entregaron silenciosamente la hoja en blanco, negándose a escribir lo que no pensaban (casi todos éramos pendejos de entre 18 y 20 años).

Ahora Macri es intendente porteño con nefastas pretensiones presidenciales y un discurso derechista cargado de xenofobia. Palito alojó a Charly en su rehabilitación y le puso su música al prende y apaga (programón de TN). Lanata (junto a otros progres del palo) defienden a Clarín, se cansaron de hablar de la dictadura, y denostan a Página y al “Perro”, que hace prensa “oficialista”. Bonasso fue legislador kirchnerista y después se abrió. Algunos paladines del periodismo de aquellas épocas defraudaron y decepcionaron a un montón de gente. Mi amigo Andy me dijo que hoy ve las cosas más como militante que como periodista, y estas dos palabritas son parte de un gigantesco debate. Videla fue condenado a prisión perpetua en cárcel común. La Ley de Medios fue votada por amplia mayoría en el Congreso y destapó las caretas y las operaciones mediáticas del monopolio. El Informe Papel Prensa hizo saltar unas cuantas fichas ocultas (con delitos de lesa humanidad de por medio). En el Congreso también se votaron leyes de vanguardia, en concepto de igualdad de derechos, como el Matrimonio Igualitario. Multitudinarias filas acompañaron en la Plaza a sus líderes políticos, en momentos cruciales de la historia, para brindarle su apoyo. Muchos artistas también se sumaron al reencuentro con viejas banderas, adhiriendo a la revalidación de la cultura popular y de la pluralidad de voces e ideas.

Mientras tanto, y después de tanto camino recorrido (que incluye algunos índices alentadores en materia de inclusión social y proyección económica), el histórico gorilismo de la vereda de enfrente (ultra recalcitrante) se retuerce buscando las mil y una formas de pudrirla, dejando su ambicioso egoísmo descaradamente en evidencia.

miércoles, 5 de enero de 2011

SIEMPRE SE PUEDE DECIR "PASO"


Lo hace (con voz de águila y cara de asco) la señorona que frena en un semáforo con su coche, y a la cual se le ofrece limpiarle el parabrisas a cambio de una moneda. El futbolista profesional (con seca voz, celular mediante) lo hace para comunicarle a su representante que no se mudará de club ni de país, a pesar de la pila de guita que lo convoca. Puede hacerlo el actor cómico, que ha sido tentado a candidatearse para gobernador (luego de pensar en pensarlo y pensarlo sin pensar). En una ronda de pipa, cuando uno de los quías la ve venir otra vez más hacia sí, este lo hace (entre la risa y la tos ardiente que carraspea en su garganta).

En algunas oportunidades, las personas pueden encontrarse ante una situación que deben resolver indefectiblemente. La misma puede ser incómoda, absurda, adversa, o medianamente favorable. No importa. La coyuntura suele ser difícil de dimensionar. Así y todo, el sujeto en cuestión tiene que tomar una decisión y expresarla. Por obligación, por convicción, por desconocimiento, por miedo, por elegancia, por experiencia, por apuro, por compromiso, o por miles de otros motivos posibles, la persona respira hondo, lo piensa un segundo y, acto seguido, lanza la sentencia en cuatro letras fulminantes. Es entonces cuando finalmente dice: "paso".

Lo hace la hermosa dama, que ha sido convidada a salir a tomar unos tragos o a bailar un lento (y lo hace con toda la ternura, la frescura y la sencillez en su sonrisa). Debatiéndose en una intensa y destructora duda interna, lo hace el apostador de caballos (que esta vez ha sido invitado por sus colegas a poner unos morlacos para intentar colectivamente una hazaña imposible). Un pobre mocosito que va a la escuela (más que nada para intentar llenar con algo su pancita flaca) lo hace ante una pregunta de ciencias naturales que le acaba de formular su maestra. El marido esposado, que ya no es dueño ni de ir a saludar a sus viejos amigos por los cumpleaños, lo hace (inventando una nueva excusa que resultará nada creíble). También tiene que hacerlo el jugador de dominó cuando, en una mano calamitosa, no encuentra juego (y ya no quedan fichas sobre la mesa).

Siempre se puede decir "paso". Y sucede que el tipo (o la tipa) que "pasa" ejecuta, en un mismo acto, una doble proyección de su decisión. Por un lado, el "pasante" o "pasador", tiene la gentileza de no elegir una respuesta más agresiva, del tipo del "ni en pedo" o el viejo y terminante "rajá turrito, rajá". Por otro lado, desliza la sensación de que pudo haber alguna mínima posibilidad de tomar la otra alternativa. Algo como un "hubiera podido, pero no". Por lo que el "paso" es siempre un "no". A lo sumo, un "ahora no", un "por ahora no", un "no incistas" camuflado, pero un "no" al fin. Y plantadito de firme.

Y es que está bien "pasar" de vez en cuando. Tal como dice un antiguo axioma truquero: "quiero quiero, nunca gana". A veces es saludable pasar, a veces necesario. A veces es la mejor opción. También hay veces en que la gente "pasa" directamente con la mirada, para no chocarse ni encontrarse con la realidad ( las otras realidades). Y hay veces en las que todas las preguntas parecen tener la misma respuesta. No obstante, siempre se puede decir "paso". Lo mejor puede que sea elegir cuándo. Y ante qué. Y ante quién.