Jugaba para ganar y jugaba para jugar. El Copy sentía que él mismo se jugaba en cada apuesta que hacía. La misma sensación lo albergó en los tiempos de casino y póker. En aquellos campeonatos clandestinos de truco, disputados en cuevas de humo y cocaína. En la sombría tiniebla donde más de una vez jaló el gatillo de la ruleta rusa, sintiendo el caño frío contra su propia sien. Y ahora sentía que se repetía la secuencia en cámara lenta. Que la bala que tantas veces no salió del revólver esta vez volvía para encontrarlo definitivamente.
-No todo es un negocio, Copy, no te olvides- dijo Roque, luego de un prolongado rato de silencio entre ambos.
-Nada es negocio- redondeó su amigo, sintiéndose un peón más en el tablero cuadriculado-, nada es probable. Lo único que se puede hacer es esperar, pensar y redoblar. O encontrar la compañía de un ángel, porque yo ya estoy muerto.