sábado, 9 de octubre de 2010

SOMBRA

Fueron unas montañas estilo gótico. Al ratos las nubes se despejaron con la vida, mientras en el fondo, yo sabía (y eso me daba la calma y la paz) que había sembrado una planta de manzanas que brotó en el fondo de mi casa, o en algún rincón del mundo. O era una planta de duraznos la que planté. O era una duda. O ni siquiera fui yo. O todo sucedía en el fondo del río.
Ignoro el por qué de algunos acordeonados vacíos de palabras que a veces nos brotan. Dudo que sean naturales o forzados. Convexos o cóncavos. De miel o de limón. Sin embargo, la posibilidad (en el caso de existir) de que se efimeren para siempre aparece como una sombra dentro de algunos de nuestros munditos.

Ignoro también si alguna vez pude golpear la puerta de tu luna, y ayudarte a romper el tiempo y el lugar a carcajadas (como aquella vez pasó). En el peor de los casos, sólo existimos el uno en el otro para fingirnos. Pero también es verdad que se nos da por regalarnos algo.
Buscar tu real identidad en el piso de La Tierra es casi igual a revolcarnos en una gran caja de cartón. Imposible, como los únicos paraísos existentes. Remover el antipróspero pasado de nuestro absurdo imán sería como suicidarme en tus pies.
Espero alguna vez caer en tu “generoso” mundo, aunque sea paracaideando. Aunque me golpee, aunque apenas logre ser en vos una distracción o un espejismo dado vuelta, parecido a ese chiste que a alguien se le ocurrió una vez que debía llamarse vida. Y recordar las sabias palabras de la rana.

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Hicieron camino al andar