miércoles, 6 de octubre de 2010

UN BAZAR SIN TAMBOR

Lo que más cuesta es poder activarlo de la mejor manera. Pararla de pecho y salir jugando con un sombrerito a todo cuore.

¿Quién puede dar fe de estar haciéndolo bien? Pero en todas las formas, desde todos los paradigmas y a todo color. Algo así como advertir un segundo antes cada encuentro con lo esencial, pero sin abandonar aquel sentimiento tan primitivo y real que no se diluye por nada. ¿Qué clase de audacia creés haber adquirido para dominar cada marcha y contramarcha de la danza que hacemos fluir? Ni siquiera existe un lugar donde puedas guardar eso.

Una vez, en el rincón semioscuro de las tinieblas, pronuncié una palabra y se abrió un cofre. Tuve que repetirla a gritos para acreditar el suceso. ¿Podés verlo? No podrías hacer nada contra eso. También es cierto que me tocó en alguna oportunidad estar del otro lado de la tormenta, mirando tus películas, adivinando con qué calibre ejecutarías el próximo ataque.

Cierta mañana el río se agolpó en mi orilla, recolectando los recuerdos de una década. Trajo hasta mi la basura que alguna vez arrojé a escondidas y me devolvió los regalos perdidos. Allá vienen de vuelta, a paso firme ¿los escuchás?, son sólo parte de un latido. No quieren ser como esos caramelitos envueltos por dentro.

Lo que más cuesta, decía, es poder secuenciar la imaginación, que no es igual a correr 800 yardas disparando para cualquier costado. No me alcanza con tu formulita mágica de as de ases, ni con bailar la conga cada vez que arranca la matiné. Lo que queda es solamente una pincelada. Algunas pinceladas. Demasiado cerca y lejos a la vez.

1 comentario:

  1. muy bueno amigo!!!!!una particularidad exelente en la pluma y en la línea, espero que no te saquen ningún doping word posítivo, por tan ilustrisimos versos valiosos, jaja un abrazo tango!!

    ResponderEliminar

Hicieron camino al andar